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Foto del escritorMariela Silva

La desconocida participación del Almirante José Toribio Merino en la U. S. Navy durante la 2ª Guerra Mundial

Escrito por el Cadete Edgardo Mackay.


La mayoría de los chilenos no sabe qué participación le cupo a la República de Chile durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). ¿Se mantuvo una estricta neutralidad como se había hecho durante la Primera Guerra Mundial? ¿O se rompió relaciones con los países del Eje?

Chile durante la 1ª Guerra Mundial (1914-1918) declaró su neutralidad en el conflicto con fecha 4 de agosto de 1914, aunque dos de sus naves en proceso de construcción en Inglaterra fueron retenidas por el Reino Unido y utilizadas por la Royal Navy durante la guerra. Se trató de los acorazados Almirante Latorre, renombrado HMS Canada y devuelto a Chile en 1920, y Almirante Cochrane, renombrado Eagle y transformado en portaviones, por el que el gobierno británico pagó posteriormente su valor a Chile.


En la segunda guerra mundial, por el contrario, y aunque Chile intentó mantener su neutralidad, la presión de los Aliados lo llevó a declarar la ruptura de relaciones diplomáticas con los países del llamado Eje (Alemania, Italia y Japón), el 20 de enero de 1943. Diversas razones, además de la fuerte presión estadounidense, llevaron al presidente Juan Antonio Ríos a tomar esta decisión (entre otras el desbaratamiento en 1942 de una red alemana de espionaje identificada como Operación Bolívar que operaba en Chile, y el hundimiento del vapor Toltén de la Compañía Sudamericana de Vapores por un submarino presumiblemente alemán frente a las costas de Nueva York). Junto con la ruptura de relaciones con el Eje, Chile inició relaciones con la Unión Soviética, oficializándose este acto el 11 de diciembre de 1944 en Washington, D. C., Estados Unidos.


Ninguna de estas declaraciones implicó el envío de tropas o alguna participación bélica de Chile contra los países del Eje, descontada la participación de voluntarios que por distintas razones sirvieron a los países Aliados, como la aviadora Margot Duhalde, que piloteó aviones para las fuerzas francesas libres de Charles de Gaulle y posteriormente para la Royal Air Force (RAF), o como numerosos descendientes de ingleses que viajaron a Gran Bretaña a defender la tierra de sus antepasados, entre ellos mi suegro, Martin Phillips Benavente, quien también se enroló en la RAF. Pero actos bélicos oficiales propiamente tales, no hubo ninguno, ni siquiera cuando el 11 de febrero de 1945 Chile declaró la guerra oficialmente al Japón, impulsado principalmente por la necesidad de ser aceptado como miembro de la Organización de Naciones Unidas en proceso de formación. Con ese acto, Chile fue el último país en el mundo en unirse al bando de los llamados Aliados. A modo de anécdota pueden mencionarse como acciones efectivas contra los países del Eje el cambio de nombre del Parque Japonés por Parque Gran Bretaña (actualmente con el nombre de Parque Balmaceda), y el dejar de regar los cerezos regalados por el emperador del Japón, probablemente la única “agresión” contra el Imperio del Japón.


Pero hubo, además, otra excepción, y esta fue la participación del entonces teniente 2° de la Armada de Chile, José Toribio Merino, a bordo del crucero ligero USS Raleigh de la Armada de los EE UU, desde septiembre de 1944 hasta abril de 1945, operando en el frente del océano Pacífico. Esta participación del posteriormente Comandante en Jefe de la Armada fue destacada en una entrevista que el almirante concedió a la revista sudafricana Armed Forces en septiembre de 1987, por lo que considero de interés reproducir un extracto de dicha entrevista y que se refiere específicamente a su participación como oficial en el crucero mencionado.


A continuación, un extracto de la entrevista en cuestión.


—Ud. estuvo en servicio durante la última guerra mundial, entiendo que en la Armada de Estados Unidos. ¿Cómo es que sucedió esto?

 — Durante la Segunda Guerra Mundial, la Armada de Chile, a raíz de una invitación cursada por la Armada de Estados Unidos, me envió a perfeccionarme profesionalmente en la escuadra estadounidense del Pacífico, donde permanecí embarcado, a bordo del crucero Raleigh, entre septiembre de 1944 y abril de 1945. Este período de embarque durante la guerra tuvo para mí gran trascendencia, pues aprendí algo que no se enseña en ninguna escuela y tampoco se llega a conocer por la lectura de libros sobre descripciones de batallas. Al decir esto me refiero a vivir durante un largo período bajo la sensación de estar realmente en guerra, siendo guerra en la mar con los medios de cuarenta años atrás, en que la acción aérea era mucho más efectiva que hoy en día, ya que nunca se sabía cuándo podría ser sometido a un combate que pusiera al buque en pocas posibilidades de sobrevivir.


Los medios de detección eran incipientes y las armas poco eficaces. En otras palabras, se vive una real guerra en que se sabe que se está vivo hoy, pero se puede estar muerto mañana. Durante el tiempo que permanecí embarcado desempeñé varias funciones, por cuanto siendo un crucero con una dotación de 72 oficiales, éramos solamente 4 de carrera y el resto reservas navales; los de carrera eran el comandante, Capitán de Navío Scheiwing; el segundo comandante, Capitán de Fragata Hume, el que había perdido a toda su familia en la China al comienzo de la guerra y era un hombre relativamente con poco tino para tratar a una dotación tan poco profesional; el Oficial de Control de Fuego, el Teniente 2º Broockmann, y yo.


El primer cargo que me asignaron fue de Ayudante del Oficial de Guardia, pero como ya era teniente 2º y tenía experiencia de ocho años de marina y era oficial desde 1936, después de cinco años de Escuela Naval, y había hecho miles de horas de guardias en puentes de escampavías en el sur de Chile durante el año 1941, pronto la ayudantía pasó a ser jefatura, cuando conocí el instrumental que llevaba el buque y podía usarlo con seguridad. Para mí, en esa época el radar era un misterio, era el primero que veía en mi vida; sin embargo, dada la sencillez de su manejo, en pocas horas lo pude usar. Junto con desempeñarme como Oficial de Puente de Guardia era Ayudante de División de la IV División de babor antiaérea, la que contaba con 3 cañones de 3" y 3 Directores marca 25. De ahí pasé a Ayudante de Control de Averías, a petición mía, por cuanto se habían producido en ese intertanto unas acciones importantes en la mar de Java y alrededores de Guadalcanal, en que buques muy averiados se habían salvado, dado el excelente Control de Averías que poseía la Armada de Estados Unidos. Como en nuestra armada por tradición éramos de la escuela inglesa, y como es sabido, la Armada Real no vino a aprender de Control de Averías hasta después del hundimiento del Prince of Wales y del Repulse en el mar de la China, por tanto nuestro Control de Averías también era precario.


Apreciando esto, pedí pasar al Departamento de Control de Averías; me desempeñé en diferentes puestos de combate, pudiendo constatar la importancia que tiene para un buque que va a combatir y esté en guerra, el poder sobrevivir, no importa cuáles sean las averías y las pérdidas humanas que haya sufrido. De ahí pasé al Departamento de Control de Fuego, ya que mi especialidad era la de artillero, según los cánones de la armada inglesa, y había hecho el curso "Daga" en la Armada de Chile, lo que me facultaba para desempeñarme en Controles de Fuego relativamente simples, como eran los nuestros y como era también el del Raleigh.


En esta función estuve hasta que me desembarqué, siendo además Ayudante de la División de Control de Fuego, donde la mayor parte del personal era profesional. Entre ellos, recuerdo al suboficial Hansom como de gran calidad profesional, con el cual trabajamos mano a mano el sistema de calentadores para la mira Mk-14 de las ametralladoras de 20 mm, que fue sometida al Bureau of Ordnance y aprobada, después de numerosos meses de tramitaciones burocráticas en Washington. El tiempo que estuve embarcado, el buque sufrió diferentes ataques en sus tareas de convoyajes entre Balboa, las Galápagos y alrededores de las Marquesas, donde nos entregaban convoyes para retornar a Balboa.


Cada una de estas comisiones duraba alrededor de noventa días; puedo decir que el factor limitador para permanecer en la mar no era ni el combustible ni el material, sino la capacidad síquica de los hombres para aguantar la tensión que significan noventa días continuos, con sus noches, de navegar y exponerse a ser destruidos en cualquier momento. El Almirante Halsey manifestó más de una vez que “sus buques podían permanecer en la mar un año, pero los hombres no eran de hierro y tenían que descansar por lo menos después de 90 días de tensiones y combates". De este período puedo decir lo que significa para mí, estando aún en servicio activo, ser el único oficial que estuvo en la última guerra y que aún sigue sirviendo a su país, aplicando aquello que nunca se olvida: "ver la guerra, matar y ver morir".


Espero haber aportado una nota poco conocida de la trayectoria del almirante Merino en su servicio y trayectoria naval.


A bordo del Caleuche, noviembre de 2024.

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